jueves, 26 de febrero de 2009

EL FLAGELO DE LA VIOLENCIA

Juan Páez Ávila

Uno de los terribles flagelos que afectan a la sociedad contemporánea a escala universal es el secuestro y el asesinato de niños, mujeres, ancianos y seres humanos en general, inocentes, que no participan en ninguna guerra y que resultan víctimas de una maquinaria mortífera que el dogmatismo y el fanatismo utilizan para aterrorizar a la población civil. De allí que muchos países democráticos hayan tenido que aprobar leyes antiterroristas para enfrentar la acción vandálica de agrupaciones criminales sin rostros u ocultas en falsas posiciones revolucionarias.
En este contexto mundial el llamado del Presidente de la República, Hugo Chávez, a los diferentes Jefes de Estado del mundo a reconocer como insurgentes y no terroristas a las FARC y al ELN de Colombia, pareciera formar parte de una política del Comandante en Jefe tendiente a agravar las ya precarias relaciones diplomáticas con el Presidente Álvaro Uribe, sin percatarse que en esta materia el pueblo colombiano no sólo rechaza en un altísimo porcentaje las prácticas deshumanizadas en que ha caído la guerrilla en los últimos años, sino que también ha sido víctima de acciones crueles, violentas contra la población civil, que no participa en la confrontación armada, y que el mundo democrático combate y cataloga de terroristas.
Por la experiencia terrible que viven los colombianos, e incluso muchísimos venezolanos en las zonas fronterizas, esa proposición del Presidente Chávez recibió el rechazo expreso o implícito en las respuestas que le dieron diferentes Jefes de Gobierno en América y en Europa. Aceptando que el Presidente Chávez quiere contribuir a encontrar fórmulas políticas para alcanzar una paz definitiva en Colombia, escogió una vía equivocada, que podría tener efectos contrarios y avivar las llamas de una posible guerra entre nuestras naciones, que la celebrarían los vendedores de armas, pero la sufrirían los pueblos que liberó Simón Bolívar. Una cosa distinta hubiera sido que el Presidente Chávez explorara privadamente con el Presidente Uribe y con los Jefes de la guerrerilla, un posible acuerdo de paz, previo compromiso de ambos contendientes a respetarlo, y recibiera la autorización de hacerlo público. Que el mundo democrático se enterara que su intermediación se extendería más allá de lograr la justa y humanitaria liberación de dos damas secuestradas durante 5 años, para lo cual existió previo acuerdo con el Presidente de Colombia y los jefes guerrilleros. Este precedente ha podido servirle de guía en la materia, para avanzar hacia un acuerdo de paz definitivo, que es lo que aspira el pueblo colombiano y requieren los países vecinos.
El Presidente Chávez sólo apeló a su voluntad o a sus planes personales, que los venezolanos no conocemos, con el grave peligro que nos puede arrastrar a un conflicto bélico de dimensiones internacionales, en el que él recibiría el apoyo de Cuba, si es que Raúl Castro no piensa distinto a Fidel, y Uribe el de los Estados Unidos. Si eso forma parte del proyecto político del Comandante en Jefe, el país debe conocerlo y analizarlo para determinar si lo acompaña en lo que son los muchos los factores que indican que puede ser un suicidio.
Si el Presidente consultara se enteraría que nuestros pueblos quieren paz, no violencia.

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