miércoles, 25 de febrero de 2009

EL ARCHIVO DE RAUL REYES

Juan Páez Ávila

La mayoría de los dirigentes políticos que luchan en la clandestinidad y tienen como objetivo la conquista del poder y la transformación de las estructuras sociales, económicas y políticas de un país, estén equivocados o no, han tratado de crear un archivo para la historia. Si triunfan aparecen los amigos llenos de gloria por haber colaborado con la victoria, y los adversarios, desde luego, execrados y perseguidos, convertidos en enemigos a quienes hay que aplicarles todo el peso de las leyes, según el tipo de régimen que se constituya. Pero cuando el archivo cae en poder del adversario, como es el caso del que minuciosamente llevaba Raúl Reyes, nadie quiere ser señalado como cómplice de las actividades subversivas, menos cuando algunas pueden ser catalogadas como delitos, y comprometen las relaciones entre diferentes gobiernos.
Lo que se ha revelado hasta hoy del contenido de las computadoras del extinto comandante de las FARC, Raúl Reyes, más lo que se pueda conocer en el futuro inmediato, sin duda alguna que va a empeorar las ya precarias relaciones entre Colombia y sus vecinos Venezuela y Ecuador, cuyos gobiernos son señalados como amigos y colaboradores de la guerrilla colombiana, lo cual puede conducir a una indeseable guerra fraticida, si no intervienen los organismos interamericanos e internacionales, para buscar una salida negociada antes de que el conflicto se agrave por la injerencia en el mismo -de una manera directa- del gobierno de los Estados Unidos.
La complicidad de los gobiernos de Ecuador y Venezuela con la guerrilla colombiana, puede y debe ser detenida por el resto de los países latinoamericanos, encabezados por Brasil debido a su cada día más evidente y necesario liderazgo democrático en nuestro subcontinente. Los peligros de una guerra entre países andinos, precisamente los que liberó Simón Bolívar y su ejército interamericano, pueden ser neutralizados e incluso erradicados si funciona la diplomacia de la paz y los intereses del progreso y la integración. Y aunque el momento es crucial y difícil, por la creencia de algunos comandantes de que pueden derrotar al gobierno de Colombia e instaurar uno bolivariano y autocrático, también es el tiempo de un liderazgo por la paz, la civilización y la cultura de los pueblos del mundo que derrotaron los totalitarismo del siglo XIX.
Superada la guerra fría, los grandes líderes del mundo, incluyendo a los chinos y los rusos, se han dedicado a construir en paz, grandes economías industriales y de servicios para sacar de la pobreza a millones de hombres y mujeres que sufren los efectos de administraciones corruptas e ineficientes, que todavía piensan en el valor de las armas frente a las virtudes de la fraternidad entre las naciones y sus pueblos.
Si alguna experiencia hay que extraer del archivo que meticulosamente redactó a lo largo de varios años Raúl Reyes, y de su muerte bajo el fuego de armas teledirigidas, es que el terrorismo no es el camino hacia el poder sino hacia un nuevo cementerio electrónico. En política, la negociación y la paz continúan llamando a la sensatez y la racionalidad, antes que dar paso o provocar la guerra electrónica con su estela de muerte de un solo lado, de quienes no conocen ni dominan su técnica.
El mundo conoce crisis peores, como la de los misiles que el gobierno de la Unión Soviética trató de colocar subrepticiamente en Cuba. Descubierto por los servicios de inteligencia de los Estados Unidos, las dos grandes potencias del momento decidieron negociar y llegar a un honroso acuerdo: retirar los misiles norteamericanos que amenazaban a la Unión Soviética desde Turquía, y los soviéticos que amenazaban a USA desde Cuba, antes que desatar una guerra de dimensiones catastróficas para la humanidad.
Aunque no estamos ante potencias mundiales, una vez que los presidentes Chávez y Correa han quedado al descubierto por su complicidad con las FARC, deben negociar un decoroso acuerdo con Colombia. Incluso la OEA y el Grupo de Río tienen la oportunidad de sugerir y presionar a las FARC a negociar la paz con el gobierno de Uribe.

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