miércoles, 25 de febrero de 2009

EL CONTINUISMO POLITICO

Juan Páez Ávila

La experiencia venezolana relacionada con la continuación en el poder por parte de un Jefe de Estado, ha conducido en la mayoría de los casos, como en los de los generales José Tadeo Monagas, Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez, al empleo de la fuerza y al establecimiento de una sangrienta dictadura. La continuación inmediata en el poder por medio del voto la intenta por primera en el país el Comandante Hugo Chávez, previo control de todos los Poderes Públicos, incluyendo el Electoral, por parte del Jefe del Ejecutivo Nacional, lo cual podría facilitarle la victoria en las urnas mediante la manipulación electrónica por la mayoría del CNE, pero con serios riesgos para la estabilidad de su nuevo gobierno.
En Chile existe la reciente experiencia del General Augusto Pinochet de querer perpetuarse en el poder a través el voto plebiscitario y fraudulento, y en Venezuela la historia, menos reciente, registra el caso del General Pérez Jiménez que lo pretendió en forma similar. Ambos casos provocaron la reacción de protesta no sólo de los afectados en la oposición, sino también de muchos de sus amigos del Alto Mando Militar colocados por ellos mismos en esos cargos. No, Augusto, no se puede desconocer la voluntad de la mayoría de los chilenos, le expresó el Comandante de la Fuerza Aérea, vocero de sus compañeros de armas. Compadre, váyase ya, le respondió el General Pedro José Quevedo, en nombre del Alto Mando reunido en la Escuela Militar, al General Pérez. Chile y Venezuela recuperaron la democracia, pero después de varios años de represión, cárcel, exilio y muerte de muchos chilenos y venezolanos que lucharon por la libertad.
Y aunque el caso venezolano actual no se puede comparar con las dictaduras de Pérez Jiménez y Augusto Pinochet, la tendencia autoritaria del Presidente Chávez coreado por sus colaboradores más cercanos, ha prendido las alarmas en el país y en el continente democrático, para evitar su continuismo autocrático en el poder. Una evidente mayoría de la oposición acude a las elecciones el 3 de diciembre con la candidatura de Manuel Rosales, con la firme decisión y la esperanza de rescatar la democracia y la convivencia entre los venezolanos, mediante el voto y no las armas. Pero hay que esperar, cualquiera sea el resultado, que predomine la transparencia y la sensatez.
Las dudas acerca de que Hugo Chávez entregue pacíficamente el poder, como lo establece la Constitución de 1999, de resultar ganador Manuel Rosales, han sido expresadas por algunos políticos que se han negado a participar en las elecciones del 3 de diciembre con la finalidad de deslegitimar del candidato presidente. Sin embargo, la abstención en las elecciones parlamentaria no provocó la deslegitimación de la nueva Asamblea Nacional, expresada en su desconocimiento por parte de la mayoría que no concurrió a las urnas, y tampoco en la profundización de la crisis política del país.
De allí que la mayoría de la oposición se haya acordado en presentar un candidato unitario, para movilizar a importantes sectores de la vida nacional, tanto para obligar al CNE a cumplir lo establecido en la Constitución Nacional y en la Ley del Sufragio y Participación Político en lo relacionado con las garantías para unas elecciones libres, como para defender los resultados electorales, de ser Manuel Rosales el triunfador. A estas alturas del proceso electoral se ha producido una considerable movilización nacional, existe más confianza en la victoria de la oposición y mejores condiciones para obligar al CNE y al gobierno del Presidente Chávez a respetar la voluntad de la mayoría de los venezolanos.
Y aunque nadie puede cantar victoria por anticipado, porque Chávez ha concentrado demasiado poder en sus manos, Manuel Rosales, además de haber derrotado a su actual contrincante en el Estado Zulia, también ha revelado su condición de luchador social incansable y sin miedo, confía en la cultura democrática de los venezolanos y en lo que queda de conciencia institucional, para defender el voto.

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