miércoles, 25 de febrero de 2009

AMNISTIA Y RECONCILIACION

Juan Páez Ávila

En la tradición política latinoamericana y venezolana en particular, en momentos críticos o difíciles de nuestras naciones, la amnistía y la reconciliación en el mundo político han estado presentes como símbolos de grandeza humana y de espíritu americanista de gobernantes y gobernados, que buscan crear un clima de paz y sosiego sin dejar de pensar distinto. La iniciativa generalmente la toman los gobernantes victoriosos, cuando consideran que sus regímenes gozan de estabilidad debido a la fortaleza de las instituciones y a la legitimidad de sus mandatos.
En el caso venezolano de hoy, el Presidente Chávez ha sido reelecto por más de 7 millones de votos y tiene el control de todos los Poderes Públicos, cuyos funcionarios dependen de su voluntad. No hay Fiscal que lo puede acusar, no hay Juez que lo puede juzgar, menos sentenciar, ni diputado que intente censurarlo. La amnistía de presos y perseguidos políticos en vez de poner en peligro su gobierno, por lo contrario, lo haría más estable ante propios y extraños. De allí que la decisión presidencial de liberar los presos políticos y permitir el regreso de los perseguidos, no sólo sería una de las más sencillas y magnánimas a tomar, sino también la demostración de su creencia y confianza en la invulnerabilidad de su gobierno.
Cuando el Presidente Caldera en su primer mandato pacificó al país, garantizándole a los guerrilleros que podían ejercer sus derechos constitucionales de pensar distinto a él, si abandonaban la violencia; y en su segundo ejercicio presidencial liberó al actual Presidente y a los oficiales y suboficiales presos por golpistas, lo hizo no sólo como buen cristiano, sino también seguro de que la democracia estaba firme y en vez de debilitarse se fortalecería.
El Presidente Chávez no tiene justificación política para mantener en prisión y en el exilio a centenares de venezolanos que piensan distinto a él, salvo que los servicios de inteligencia le hayan informado y él esté conciente, que su estabilidad no depende de esos 7 millones votos porque gran parte no son legítimos. Y que para garantizar su mandato debe mantener tras las rejas y en el exilio a los más radicales hasta superar sus debilidades. Y aunque la oposición ha negado el fraude, sin amnistía y reconciliación la crisis política puede extenderse por un tiempo indefinido. Juan Páez Ávila

En la tradición política latinoamericana y venezolana en particular, en momentos críticos o difíciles de nuestras naciones, la amnistía y la reconciliación en el mundo político han estado presentes como símbolos de grandeza humana y de espíritu americanista de gobernantes y gobernados, que buscan crear un clima de paz y sosiego sin dejar de pensar distinto. La iniciativa generalmente la toman los gobernantes victoriosos, cuando consideran que sus regímenes gozan de estabilidad debido a la fortaleza de las instituciones y a la legitimidad de sus mandatos.
En el caso venezolano de hoy, el Presidente Chávez ha sido reelecto por más de 7 millones de votos y tiene el control de todos los Poderes Públicos, cuyos funcionarios dependen de su voluntad. No hay Fiscal que lo puede acusar, no hay Juez que lo puede juzgar, menos sentenciar, ni diputado que intente censurarlo. La amnistía de presos y perseguidos políticos en vez de poner en peligro su gobierno, por lo contrario, lo haría más estable ante propios y extraños. De allí que la decisión presidencial de liberar los presos políticos y permitir el regreso de los perseguidos, no sólo sería una de las más sencillas y magnánimas a tomar, sino también la demostración de su creencia y confianza en la invulnerabilidad de su gobierno.
Cuando el Presidente Caldera en su primer mandato pacificó al país, garantizándole a los guerrilleros que podían ejercer sus derechos constitucionales de pensar distinto a él, si abandonaban la violencia; y en su segundo ejercicio presidencial liberó al actual Presidente y a los oficiales y suboficiales presos por golpistas, lo hizo no sólo como buen cristiano, sino también seguro de que la democracia estaba firme y en vez de debilitarse se fortalecería.
El Presidente Chávez no tiene justificación política para mantener en prisión y en el exilio a centenares de venezolanos que piensan distinto a él, salvo que los servicios de inteligencia le hayan informado y él esté conciente, que su estabilidad no depende de esos 7 millones votos porque gran parte no son legítimos. Y que para garantizar su mandato debe mantener tras las rejas y en el exilio a los más radicales hasta superar sus debilidades. Y aunque la oposición ha negado el fraude, sin amnistía y reconciliación la crisis política puede extenderse por un tiempo indefinido.

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