miércoles, 25 de febrero de 2009

EL DILEMA DE LAS FARC

Juan Páez Ávila
El pronunciamiento de la mayoría de los países miembros de la OEA en favor de la paz entre los colombianos, puede ser el mejor y más oportuno aporte de las democracias latinoamericanas, para poner fin a un conflicto sangriento que durante varias décadas no ha encontrado un interlocutor ni una vía adecuada para convencer a los contendientes de la necesidad de un diálogo sincero que le devuelva la paz a la hermana República.

La muerte del segundo jefe de las FARC, Raúl Reyes, que para algunos conocedores de la realidad colombiana era el primero, porque Manuel Marulanda parece estar muy enfermo y prácticamente retirado del mando supremo de esa guerrilla, le debe crear a los principales comandantes y a sus seguidores, un dilema parecido al que generó en el movimiento guerrillero venezolano que seguía en armas para ese momento -y seguramente el de otros países latinoamericanos- guardando las diferencias, la detención y muerte del Ché Guevara en la selva boliviana: continuar en la lucha armada o buscar una salida pacífica, sin renunciar a sus ideas y objetivos fundamentales.
Después de más de 40 años de guerra fraticida, sin poder avanzar hacia la meta de tomar el poder, sino por lo contrario, haber tenido que replegarse hacia la selva fronteriza con Ecuador, Brasil y Venezuela, donde por una combinación de inteligencia y una sofisticada tecnología militar, pierden a su más activo comandante, los tiene que sentar a discutir cómo enfrentar esta nueva realidad, pues, aunque habían sufrido otras bajas, ninguna del alto nivel en el mando como esta última.
La primera reacción de continuar con las negociaciones para un canje humanitario de secuestrados y prisioneros de guerra, podría ser un indicador de que pueden avanzar hacia una acuerdo de paz, y deje muy parado al Presidente Chávez, quien se apresuró a terciar en un pleito que no es de los venezolanos, a movilizar tropas hacia la frontera con Colombia y a amenazar con los aviones Sukhoi de reciente adquisición, y en los que posiblemente todavía se estén entrenando los pilotos de nuestra Fuerza Aérea.
Para los comandantes de las FARC la continuación de una guerra que cada día reduce más su capacidad de movilización y los ha llevado a la pérdida de su principal conductor político, diplomático y militar, depende de la evaluación de sus propias fuerzas en comparación con las de enemigo. De muy poco les pueden servir las amenazaras e insultos del Presidente Hugo Chávez al Presidente Uribe, que por lo repetitivo ya forman parte de una maniobra política interna, para tratar de recuperar su menguado y decadente prestigio, ante la posibilidad de una segunda derrota electoral el próximo mes de noviembre.
Sufrir los efectos de la superioridad operativa que demostró el ejército de Colombia, aún violando el territorio ecuatoriano, por lo cual vendrán excusas y arreglos diplomáticos, no es para contrarrestarlo con amenazas desde un programa de televisión.
Ahora la corresponde al gobierno colombiano, una vez aceptadas las excusas por el gobierno ecuatoriano, ofrecer garantías y respeto a la vida y a la participación de los guerrilleros que se acojan a una política de paz, en el engranaje institucional de la democracia. Si existe voluntad política para ampliar y preservar la democracia, éste momento podría ser definitivo para un cese al fuego y dar paso a una tal vez larga negociación por la paz de Colombia, en la que participen y sean garantes de la misma, los países que han llamado a la cordura, a la reflexión de los contrincantes, a callar los tambores de la guerra y abrirle cauce a las bandera de la paz. No más heridos, no más perseguidos por sus ideas políticas, no más sangre ni muertos en Colombia y en toda nuestra América Hispana. La paz es el escenario para el progreso y nuestra incorporación al mundo civilizado.

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