miércoles, 25 de febrero de 2009

DEMOCRACIA Y TOTALITARISMO

Juan Páez Ávila

La tendencia totalitaria de un sector del gobierno tendrá que enfrentar a más del 80% de los venezolanos que han manifestado en diferentes encuestas, que prefiere el sistema democrático, lo cual no les hará fácil, a los que aspiran perpetuarse en el poder, la tarea de imponer de una dictadura aún con fachada legal.
Ese 80% de venezolanos se formó en el período democrático denominado la IV República, después de derrotar la dictadura del General Pérez Jiménez, quien gobernaba a nombre de las Fuerzas Armadas. Ese mismo 80% también incluye un buen porcentaje de chavistas que votaron por el actual Presidente, en la creencia de que la situación personal de ellos mejoraría en cuanto a bienestar social y económico, preservando las libertades públicas. De allí su respuesta a los encuestadores cada vez que los interrogan en los sondeos de opinión que hacen especialistas en la materia.
La tendencia totalitaria es un peligro real porque el Presidente ha concentrado en sus manos y en su voluntad todos los poderes públicos, que en una democracia funcionan con independencia sin dejar de cooperar en la realización o materialización de cada uno. Los pasos que han dado algunos ministerios orientados a la imposición de un pensamiento único, han puesto sobre aviso a importantes sectores de la sociedad. Teodoro Petkoff -y con él han coincidido varios analistas y actores políticos partidarios del sistema democrático- ha denunciado la intervención directa del Estado en el control de actividades como el deporte, la cultura, la educación con especial referencia a la disposición a liquidar la autonomía universitaria, y la función institucional de la Fuerza Armada para convertirla en el aparato militar del Partido del Presidente de la República.
Y aunque lo más evidente es el militarismo, contrariando incluso el pensamiento de Bolívar a cuyo nombre dice actual el Jefe del Estado, porque el Bolívar civilista creador de constituciones republicanas ha sido anulado, la marcha hacia el control total de la sociedad comienza a unir a la izquierda y a la derecha democrática, para ponerle un valladar cívico a la hegemonía personalista y a la llamada dictadura perfecta, por su apariencia legal.

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