miércoles, 25 de febrero de 2009

CUMBRE DE LAS AMERICAS

Juan Páez Ávila

La IV Cumbre de las Américas convocada fundamentalmente para discutir la creación de empleos, el combate a la pobreza y algunas fórmulas para garantizar la gobernabilidad, enfrentará la política norteamericana del ALCA y la venezolana del ALBA, si no surge un acuerdo previo de última hora.
La solicitud del Presidente George Bush de incorporar a la agenda de discusión el tema de la Alianza de Libre Comercio de las Américas, con el atractivo del gran mercado norteamericano al que ya concurren México y Chile, le ha salido al encuentro la proposición del Presidente Chávez de la Alianza Bolivariana, después de firmar varios acuerdos petroleros con la mayoría de los países latinoamericanos. Por primera vez el petróleo venezolano será utilizado como un arma pragmática de discusión, porque el bolivarianismo lo ha sustituido el propio Chávez por el socialismo del Siglo XXI, tan difuso como el primero, pero más atractivo para algunos izquierdistas todavía fieles a los manuales de la Academia de Ciencias de la desaparecida Unión Soviética.
Y aunque este enfrentamiento ya forma parte del debate en el continente americano, sin mayor trascendencia hasta el momento, podría desplazar los objetivos iniciales de la Agenda de la Cumbre y convertir ésta en un nueva decepción para los millones de desempleados que se hacen cada día más pobres y no encuentran respaldo en las políticas nacionales ni internacionales.
Y el problema de la gobernabilidad que afecta a las democracias más frágiles del continente, con el riesgo de que deriven en el caos, la guerra civil o el autoritarismo, se vería agravado si los países más influyentes, Brasil, México y Argentina, no son capaces de presentar una fórmula o proposición de consenso.
Sin embargo, y a pesar de los pocos avances que se han logrado en anteriores Cumbres de las Américas, la experiencia mundial indica que ese es el único camino que pueden transitar con éxito las naciones civilizadas. Teniendo como factor determinante los intereses económicos de cada país, el diálogo resulta irrenunciable para buscar el equilibrio, la complementariedad de las economías y preservar la democracia.

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