miércoles, 25 de febrero de 2009

AUMENTO DE SUELDOS E INFLACION

Juan Páez Ávila

El aumento del salario mínimo en un 30%, que lo eleva a 790 bolívares fuertes, uno de los más altos de América Latina, según voceros oficiales, no ha entusiasmado a la mayoría de los trabajadores que desde hace varios días enfrentan otro aumento en los productos de consumo de primera necesidad, que les hace imposible cubrir la cesta alimentaria, cuestión que se les agrava cuando piensan en pagar alquiler o cuota mensual de sus viviendas y otros gastos como el transporte, educación y salud de los integrantes de su familia. La inflación de los precios no puede ser contenida por los controles, porque falta el complemento o la política fundamental para estimular y aumentar la producción en el país, que permita colocar los alimentos en el mercado en cantidades suficientes, que a su vez provoquen la caída de los precios.
Los resultados de esta política de aumentos de sueldos y salarios son conocidos no sólo por los economistas, sino también por las amas de casa. Los primeros analizan y explican las razones por las cuales se provoca la inflación que anula cualquier aumento de sueldos, y las jefas del hogar comprueban en el mercado que el dinero no les alcanza para comprar lo básico para una alimentación adecuada, según las recomendaciones de nutricionistas y médicos especializados. De allí el dicho popular de que estos aumentos se vuelven sal y agua para quienes los reciben, porque hay otros millones de venezolanos desempleados y trabajando en la buhonería, que también van al mercado, y no han recibido esos aumentos, a quienes se les hace más grave la situación para alimentar a sus familiares.
Y el futuro de los venezolanos de menores ingresos, incluso los de la clase media, no parece vislumbrar mejoras en los niveles de vida, porque no obstante los altos precios del petróleo, el gobierno gasta más en importaciones de alimentos, que en inversiones en respaldo a los agricultores para aumentar la producción. Por lo contrario, muchos de esos productores del campo lo que reciben son amenazas de invasión de sus fincas, o son realmente invadidas para repartirla entre campesinos, a quienes no preparan para administrar eficientemente esas tierras, y en su mayoría se ven obligados a abandonarlas, y volver a poblar los barrios populares de las principales ciudades del país. Y a un nuevo desengaño ante el aumento de sueldos y salarios.

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