miércoles, 23 de mayo de 2012

TELESUR


Juan Páez Ávila

En la época de la revolución de las telecomunicaciones y la formación de grandes bloques de naciones en la búsqueda de su desarrollo, la creación de una planta televisora para América del Sur con fines de integración regional, no sólo es un proyecto inobjetable sino también plausible. De allí que su fundación debe quedar fuera de toda discusión y, el debate debe centrarse en su política editorial, que es lo que puede dividir peligrosamente a lo latinoamericanos, si la misma no responde a los objetivos anunciados de fortalecer la integración económica, política y cultural en general de los países del subcontinente.
Las dudas acerca de su viabilidad tienen que ver con el contenido de los mensajes que se transmitan, de su orientación y de la posibilidad de que TELESUR pueda ser utilizada para la propaganda de un sector político que no representa a los Estados, sino a algunos gobiernos, concretamente a los de los Presidentes Chávez y Fidel Castro. Y como todo parece indicar, si nos guiamos por quienes financian y dirigen a TELESUR, que la lucha por la integración de América Latina puede ser la vitrina para tratar de atraer algunas simpatías, mientras en el fondo se prepara una confrontación política con los Estados Unidos, podemos presenciar muy pronto ¨una guerra electrónica¨. Lo puede ser el comienzo o un componente de la ¨guerra asimétrica¨ que tanto han anunciado altos funcionarios del gobierno del Presidente de la República.
La hipótesis no es temeraria y ni siquiera alarmista, porque el Comandante Presidente ha llamado a crear una reserva militar de más de 2 millones de hombres y mujeres apta y preparada para enfrentar una posible invasión del Ejército o marines de los Estados Unidos, la Cámara de Representantes de la primera potencia del mundo ha aprobado la creación de otra planta de TV para contrarrestar a TELESUR y son públicas y conocidas las declaraciones prepotentes y de advertencia del Presidente Busch, de que su país puede librar varias guerras simultáneamente.
Y como el mundo civilizado no quiere más guerras, a los demócratas no nos queda otra alternativa que solicitar más diálogo y sensatez en el debate.

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