miércoles, 23 de mayo de 2012

OBAMA Y CHÁVEZ


Juan Páez Ávila

La elección de Barak Obama como Presidente de los Estados Unidos cambia una realidad mundial y provoca nuevos análisis y comparaciones políticas. La democracia retoma el camino de F. D. Rooselvelt y J. F. Kennedy. Un hombre culto y de firmes convicciones democráticas en la Casa Blanca, defenderá los intereses de su país, pero llamará al diálogo y a la convivencia pacífica para impulsar el desarrollo democrático del mundo. Por lo que considero importante para los venezolanos preguntarnos cómo podrá influir su política democrática en América Latina, respetando el derecho de cada nación a elegir su futuro.
Mientras en los Estados Unidos un negro, Barak Obama, realizó una campaña electoral que lo llevó a la Presidencia de esa nación con el voto de una mayoría blanca, utilizando un lenguaje culto, en un debate civilizado, el Presidente Chávez pretende conservar el poder desarrollando una campaña cargada de insultos y ofensas personales, a los candidatos que adversan su gobierno y tienen posibilidades de triunfar en algunas gobernaciones y alcaldías en los estados y ciudades más poblados del país, creo que haciéndole un grave daño a la majestad de su cargo y corriendo el riesgo de que se le convierta en un boomerang.
Y aunque en las contiendas electorales los candidatos suelen exagerar las virtudes de los suyos y los defectos o debilidades de los adversarios, el Comandante en Jefe ha desbordado los límites de lo conocido hasta estos momentos, en materia de agresiones y amenazas de un líder, que como todos los que aspiran gobernar o seguir mandando la nación, se suben una tarima para arengar y estimular a sus partidarios a preservar la firmeza en el combate por la conquista de los electores. Afirmar que va a meter preso al actual gobernador del Zulia, Manuel Rosales, que aspira a la Alcaldía de Maracaibo, sin acusarlo ante un tribunal competente y garantizarle un debido proceso, o sacar los tanques de guerra para derrocar al gobernador Enrique Salas Feo, de llegar a ganar las elecciones en el Estado Carabobo, se parece más a una reacción desesperada ante el temor de perder las elecciones, que un propósito real de consumar una ilegalidad o un golpe de estado.
Cualquiera sea su objetivo final, el Presidente de la República con su lenguaje incendiario y escatológico se expone, por irrespetuoso, no sólo a que sus adversarios también lo irrespeten, sino que además exhibe al país ante el mundo como una verdadera republiqueta del subdesarrollo, del primitivismo más antihistórico posible, en los niveles del debate y la cultura políticas, muy lejos de la palabra de Barak Obama.
Y en lo interno de nuestras fronteras, en vez de galvanizar a su alrededor a una mayoría de venezolanos que le respalden democráticamente, genera una mayores disidencias, que como las del PPT y del PCV tenderán a crecer y a consolidarse como fuerzas autónomas, todavía identificadas con el “proceso revolucionario”, pero no dependientes de una voluntad única y autoritaria.

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