miércoles, 23 de mayo de 2012

LA QUEMA DE LIBROS

Juan Páez Ávila

Ante la incineración de gran parte de la Biblioteca de Cecilio Zubillaga Perera, en un acto de agresión al patrimonio cultural de Carora y de toda Venezuela, quienes valoramos el rol que las fuerzas espirituales representan en la historia de los pueblos y naciones del mundo, no sólo estamos obligados a condenar semejante acto de barbarie, sino también a relievar el papel que Chío Zubillaga realizó en el campo del periodismo de combate, de las luchas por la emancipación del campesinado, por el progreso de la ciencia y de las letras para consolidar una conciencia humanística y de cambio progresista en la sociedad venezolana, y en particular entre los jóvenes, hombres y mujeres, que lo tuvieron y disfrutaron como un excepcional maestro de su tiempo.
La quema de sus libros, entregados en custodia a la Biblioteca ¨Riera Aguinagalde¨ por sus albaceas, familiares y amigos, ha provocado una enérgica protesta a escala nacional, tanto por quienes le conocieron como por quienes recibimos directa o indirectamente sus mensajes cargados de sabiduría y sobre todo de rectitud y ética ciudadanas. Afortunadamente la Academia Nacional de la Historia , cuando la dirigía Guillermo Morón, uno de sus discípulos más distinguidos, publicó sus obras completas, recopiladas en periódicos y revistas de todo el país, por el poeta Ramón Querales, más las cartas que yo recogí entre sus amigos, en 9 tomos, quedando únicamente por publicar su Itinerario de Política Venezolana, que comprende gran parte de la Historia Contemporánea de nuestro país, desde el gobierno del General Eleazar López Contreras hasta los primero meses del de Rómulo Gallegos. El prólogo de estas Obras Completas de Chío Zubillaga lo constituyen los dos tomos de la biografía que yo escribí sobre este pensador y luchador caroreño.
Volviendo a la afrenta que constituye la quema de su biblioteca, aunque algunos 900 ejemplares se salvaron, el fuego provocado por la ignorancia de unos y la tendencia fascista de otros, seguramente los más responsables, consumió cerca de 2.000 libros, entre los cuales se encontraban algunos del escritor caroreño y discípulo suyo, Antonio Crespo Meléndez, y del Dr. Ambrosio Perera. Y con los libros desaparecieron comentarios, análisis y opiniones que los dos primeros escribían en los márgenes de la mayoría de esos ejemplares de clásicos griegos y latinos, además de escritores europeos y americanos contemporáneos.

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