miércoles, 23 de mayo de 2012

ABUSO CON LEY DEL TRABAJO

Juan Páez Ávila La importancia de la Ley del Trabajo, considerada por algunos expertos como la segunda después de la Constitución Nacional, no puede ser reformada parcialmente o en su totalidad por una pequeña comisión nombrada por el Presidente de la República, que seguramente ha consultado más a los cubanos que a los venezolanos. La aprobación de la Ley del Trabajo por decreto del Presidente de la República, violando el mandato constitucional que establece que debe ser aprobada por la Asamblea Nacional, constituye uno de los mayores abusos de poder cometidos por el Comandante en Jefe contra la soberanía nacional, y una provocación a los sectores democráticos del país con la finalidad de crear un peligroso desconcierto que los puede inclinar a una reacción violenta y a olvidarse las elecciones del 7 de octubre, en las que el candidato Presidente tiene asegurada una contundente derrota. Todo gobernante de espíritu o tendencia autocrático puede iniciar su gestión con un aparente apego a la legalidad del país que le ha otorgado democráticamente el derecho a ejercer funciones de gobierno, pero en la medida en que considera que puede perder esas facultades, comienza a restringir los derechos de la oposición y generalmente termina persiguiendo a quienes le apoyaron para ascender al poder, si tratan de disentir de algunas de sus decisiones unilaterales. El abuso en el ejercicio del poder va rompiendo las reglas que caracterizan a un régimen democrático, de una forma abrupta y violenta o con aprobación de una legislación especial que le permita gobernar sin impedimento alguno, violando la legislación vigente. Esto fue lo que se operó en los regímenes del socialismo real estalinista y del nazismo alemán. En principio se respetaron ciertas libertades, pero cuando la legislación imperante no le permitía al gobernante tomar las medidas que a su juicio único e inconsulto, creía que debía tomar para “bien del pueblo”, se fue tornando cada vez más autoritario, hasta llegar a la tiranía. La resistencia nacional no contó con apoyo interno, porque fue aplastado por la bota del militarismo, ni respaldo internacional porque las naciones democráticas carecían de una organización multilateral para impedirlo, hasta que se vieron obligadas a intervenir, cuando el abuso del poder traspasó las fronteras y se manifestó en la invasión a los países vecinos. Si los trabajadores y los empresarios venezolanos no han sido consultados y son los factores determinantes a la hora de aplicar una ley que les compete de manera sustancial, la decisión de Higo Chávez de indicarles como deben ser sus relaciones contractuales, ya ha provocado el rechazo contundente a lo largo del país, por lo que es de esperar que habrá protestas una vez que sea promulgada por el Ejecutivo y conocida en su totalidad, porque hasta ahora los reparos se refieren a lo poco que se ha filtrado y al carácter inconstitucional de los mecanismos utilizados para su aprobación. Ya son varias las organizaciones sindicales que se han dirigido a la OIT para señalar las violaciones a la libertad sindical y a la contratación colectiva, que el gobierno de Hugo Chávez ha venido cometiendo con graves perjuicios para los trabajadores y empleados públicos que tienen varios años sin discutir su respectivos contratos, lo cual es un indicador de cuál puede ser la reforma con relación a esos aspectos fundamentales de los derechos conquistados a lo largo de muchos años de luchas reivindicativas dentro y fuera de nuestro país. Y aunque no se conoce en su totalidad el contenido de la Ley del Trabajo que Chávez ha resuelto imponerle a los venezolanos, por el abuso de poder que constituye su aprobación al margen de la Constitución Nacional, la oposición y la disidencia chavista se pueden reencontrar en las protestas de calle que seguramente tendrán que realizar para evitar que se apliquen cláusulas inconstituciones, y además en elecciones del 7 de octubre y propinarle una derrota definitiva al autoritarismo. Un mínimo de reflexión sería suficiente para concluir que resulta imprescindible la unidad de los trabajadores para enfrentar la autocracia, al pensamiento único que tratan de imponer desde Cuba y Miraflores.

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