domingo, 22 de marzo de 2009

LA DERROTA DEL CHAVISMO

Juan Páez Ávila

La división del chavismo, la ineficiencia y la corrupción de gobernadores y alcaldes en la mayoría de los estados y municipios del país, le abre a la oposición una objetiva oportunidad de propinarle una segunda derrota a la política autocrática y centralista del Comandante Chávez, que además de violar la Constitución de 1999, ahoga a las regiones en el atraso al no llegarles los presupuestos requeridos. Pero la derrota del chavismo no está decretada a cualquier precio, depende de los candidatos verdaderamente unitarios y que tengan una real conexión con los sectores populares, que se identificaron con las propuestas y promesas de Chávez y que hoy al ver frustradas sus esperanzas les han dado la espalda a gobernadores y alcaldes corresponsables del fracaso de esas políticas.
El ultimátum del Presidente de la República contra el PPT y el PCV lanzado el domingo pasado, puede ser leído como el rompimiento definitivo con sus aliados, a quienes pretende someter a sus dictámenes autocráticos, sin el menor respeto no sólo por sus derechos constitucionales a expresar discrepancias o críticas a algunas de sus políticas electorales, sino también por su dignidad como dirigentes forjados a lo largo de muchos años, algunos anteriores a la presencia de Chávez en el escenario político nacional, con quienes se pueden tener diferencias, pero nunca negarles el papel desempeñado en la política contemporánea del país.
Pasar de la discusión a la ofensa al adversario ha sido una conducta del Presidente Chávez cuando se ha referido a la oposición o a quienes expresan diferencias con su política e escala internacional, a quienes abandonan las filas de su partido, pero la agresión a los aliados los empuja a la confrontación o a la humillación si no obedecen sus órdenes típicamente militares. Al reclamarles que no se disolvieran e inscribieran en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) tal como se los planteó al momento de decretar la fundación del parido único, y luego darles un plazo para que la tomen o la dejen al referirse al ofrecimiento de una participación decidida por él, sin lugar a discusión, coloca a sus aliados al borde de la ruptura.
Y como para que no queden dudas, el Comandante en Jefe denuncia a los dirigentes de esos partidos como posibles aprovechadores de su prestigio al promover un chavismo sin Chávez, para cuando él desaparezca no del escenario político sino cuando no exista físicamente.
Lo que suceda entre Chávez y sus aliados depende únicamente de la conducta que asuman estos últimos, frente a los desmesurados ataques de su hasta ahora jefe único e indiscutible. Y aunque nadie ajeno al debate entre ellos tiene porque tomar partido, lo que es evidente es que si el PPT y el PCV conservan su independencia, el pluralismo y la democracia pueden tender a afianzarse. Si por el contrario renuncian a todo tipo de autonomía política y organizativa, cuando el Presidente tiene el sol por la espalda, pueden enterrarse con su comandante en jefe. De allí que en los próximos días el país será testigo de un hecho de una importante trascendencia política, cuyo escenario fundamental será el 23 de noviembre.
En estas circunstancias la derrota del chavismo, aunque no esté decretada, puede ser una realidad si la oposición acierta a la hora de escoger candidatos que no sólo representen a los partidos políticos que firmaron el pacto el 23 de enero pasado, sino también a importantes sectores independientes que constituyen una evidente mayoría y que aspiran verse representados tanto en los candidatos como en sus programas de gobierno, para lo cual deben privar la sensatez, el verdadero interés por un cambio y no los deseos o proyectos personales, por muy legítimos que estos sean.

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