domingo, 1 de marzo de 2009

INFLACION Y DESESTABILIZACION

Juan Páez Ávila

En América Latina son muchos los gobiernos electos que han sido derrocados por la inflación, al convertirse éste en el impuesto más perverso y ruinoso que afecta fundamentalmente a los sectores populares, generalmente los que eligen a los gobiernos creyendo en las promesas en época de elecciones, pero que al no poder ponerle fin al alto costo de la vida, se sienten ahogados y desesperados se han lanzado a las calles a protestar por tan inicua situación. Sobran los ejemplos de gobernantes que iniciaron sus administraciones con altos índices de aceptación y apoyo, y que al no poder contener la inflación entraron en un período irreversible de desestabilización, hasta la pérdida del poder bien por elecciones o por derrocamiento.
Como no ha ocurrido en ninguna otra elección anterior en Venezuela, en un año electoral la inflación golpea fuertemente el estómago de la mayoría de los pobres y de la clase media del país, que en noviembre concurrirá a sufragar por los candidatos a gobernadores, alcaldes y diputados a los Consejos Legislativos propuestos por el PSUV y por la unidad de la oposición democrática. En tales circunstancias no es exagerado prever que esa mayoría le propine una contundente derrota a los candidatos oficialistas en las más importantes ciudades del país, donde se concentra no sólo la mayor población electoral sino también la más elevada conciencia política y combatividad de los venezolanos, expresada en protestas diarias en las calles de Caracas y otras ciudades, reclamando por promesas incumplidas por el gobierno.
El grave problema que afronta el gobierno es que las medidas económicas que pueda tomar a corto plazo, inevitablemente conducen a mayor inflación y por lo tanto a mayor descontento, con la excepción de las importaciones subsidiadas por los mercales y que sin embargo no han podido contener el alto costo de la vida, porque el mayor aumento en los precios lo han experimentado los alimentos. Y lo más grave aún es que esas importaciones subsidiadas con dólares petroleros tienen como consecuencia una mayor ruina del aparato productivo del país, seriamente afectado por las ocupaciones de fincas en producción, por campesinos sin preparación técnica ni administrativa, y que hoy son testimonio de abandono e improductividad.
Y como la única alternativa frente a la inflación es una mayor inversión de capitales en todos los rubros de la economía, una política justa de precios y una mayor seguridad jurídica y personal en el campo para los productores, el gobierno se equivocó al declarar como latifundios a las fincas de mayor rentabilidad y las hizo invadir por campesinos y algunos desempleados llevado desde las ciudades, en nombre de una revolución agraria que ha provocado menos producción y mayor inflación.
De allí que el más alto costo de la vida lo ha generado el gobierno con unas políticas económicas y sociales contrarias al estímulo al trabajo y la producción en el campo, para sólo referirnos a la escasez de alimentos y su incontenible subida de precios en los mercados, incluso populares. El elevado gasto público se ha encargado de crear una mayor demanda de bienes y servicios, sin que haya una mayor producción de los mismos, porque el gobierno ha preferido atenderla aumentando la importación, con lo cual beneficia a las economías de otros países en detrimento de la nuestra.
El régimen chavista se encuentra entrampado, porque si disminuye el gasto público que se expresa en ayudas transitorias a millones de desempleados, aumenta el descontento y la protesta con consecuencias negativas en las próximas elecciones; y si mantiene dicho gasto, sigue subiendo la inflación y los pobres tendrán que comer menos, acrecentándose la crítica y la indignación contra el gobierno. Con la quiebra de la industria y la agricultura privadas, para sustituirlas por empresas colectivas no sólo ha llevado al país a la ruina, sino que ha provocado también una reacción importante y cada día más consciente de la mayoría de la población, que se apresta a cobrar, por la vía democrática, el 23 de noviembre, como lo hicieron los rusos y europeos del Este contra sus respectivos gobiernos, después de varias décadas de desaciertos económicos y políticos, tratando de imponerles por la fuerza una economía controlada absolutamente por el Estado.
Por los cambios operados en el siglo XXI en la conciencia democrática de los venezolanos, es posible que en una década de imitación, más que de experimento chavista del desastre de la política económica de la Unión Soviética, mediante el voto se evite la prolongación de esta increíble reproducción de algo tan conocido, y descalificado por el fracaso, ocurrido en otras naciones durante el siglo XX.

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