domingo, 1 de marzo de 2009

EL PAIS POLITICO

Juan Páez Ávila

La abstención del 70% -según las cifras oficiales del CNE- o del 78% según los técnicos de SUMATE, puede ser explicada o justificada con argumentos engañosos reales, de acuerdo con los intereses de algunos de los que participaron en el proceso electoral, gobierno y partidos de oposición, o de quienes desde otra perspectiva aspiran a que se consolide el sistema democrático. Si el debate no estuviera marcado por intereses parciales o de grupo, los venezolanos podríamos sacar importantes lecciones de estos resultados electorales, que nos pudieran evitar que la crisis de confianza en los partidos y en los políticos se agrave, con consecuencias impredecibles, pero seguro nada alentadoras o positivas para la democracia.
Ese 70 % de abstención representa al país nacional, que no pudo ser convocado y menos convencido para votar por el país político. Estamos en un momento político muy parecido, aunque no igual desde luego, al de 1993 cuando Rafael Caldera le ganó las elecciones a los principales partidos AD y Copey, y a la 1998 cuando Hugo Chávez derrotó a lo que quedaba del estamento partidista, que fue incapaz de aprobar las reformas que el país exigía.
No hay nada nuevo en lo que va de siglo XXI en la política venezolana, incluso la ilusión de ganar el 80% de un exiguo electorado y hasta de uno verdaderamente representativo, y creer que no hay nada qué cambiar. AD y Copey tuvieron el control de más del 90% del país político y lo perdieron en una justa democrática, con Caldera primero y luego con Hugo Chávez. Y los que piensan que pueden gobernar mediante el empleo del ventajismo y la violencia política, deberían revisar nuestra pequeña historia y constatar que el General Pérez Jiménez controlaba el 100% de los Poderes Públicos, incluyendo el Electoral, quiso engañar al país con un plebiscito amañado y se desplomó. Y los que gustan de la historia universal podrían recordar qué porcentaje de control de los Poderes Públicos tenía el Partido Comunista en la Unión Soviética y en los países del oeste del caído Muro de Berlín.
Si no hay conciliación democrática entre los representantes del actual país político, el país nacional puede buscar y encontrar otro liderazgo democrático.

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