domingo, 1 de marzo de 2009

INGRESO A LA UNIVERSIDAD

Juan Páez Ávila

El ingreso a la educación superior ha sido un tema de discusión recurrente entre educadores con concepciones diferentes acerca del papel que deben desempeñar las universidades y en cuanto a las condiciones que deben llenar los estudiantes para un desempeño exitoso a lo largo de su carrera y posterior ejercicio profesional, y quienes consideran que es un derecho de todo aquel que egresa de la educación secundaria, sin determinar con precisión pedagógica cuáles son sus posibilidades reales de alcanzar lo que puede ser un sueño realizable o descaminado. La experiencia universal indica que imponerle a las universidades el ingreso indiscriminado de estudiantes, son éstos quienes al final pueden sufrir las consecuencias negativas de una política educativa equivocada, si no tienen vocación y aptitudes para el dominio de la carrera escogida, porque seguramente no aprobarán la mayoría de las asignaturas correspondientes.
Si se quiere beneficiar a los estudiantes, a las universidades y al país, la política de ingreso a la educación superior debería encontrar consenso entre quienes tienen la responsabilidad de formar mejores profesionales y científicos, consolidar universidades de excelencia y dotar a la nación de una planta humana de expertos en diferentes ramas del conocimiento que impulsan el progreso del mundo contemporáneo.
Obligar a las universidades a aceptar en cualquier carrera a los pobres porque son pobres y rechazar a los ricos porque son ricos, más que un error en la política educativa es una solemne demostración de ignorancia en torno a lo que ha pasado en Venezuela y en todas partes del mundo en ese aspecto. Muchos hijos de la pobreza se han erigido en grandes investigadores, científicos y promotores de riqueza, cuando han recibido una adecuada orientación en sus estudios. Y muchos ricos se han arruinado o han multiplicado su riqueza de acuerdo con la acertada o equivocada orientación y preparación que hayan podido recibir.
Y algo tanto o más importante, muchas universidades se han convertido en instituciones de excelencia de acuerdo a la calidad de sus docentes e investigadores y al tipo de profesional que gradúan. Otras vegetan en la improvisación y la masificación. Y finalmente, muchos países pobres han salido del atraso, por el alto nivel de conocimiento de sus científicos, técnicos y humanistas.

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