viernes, 6 de marzo de 2009

INSEGURIDAD Y DESARME

Juan Páez Ávila

El toque de queda que imponen los malandros desde las primeras horas de la noche hasta el amanecer, contra la mayor parte de la población que no posee armas ni guardaespaldas, especialmente en los barrios más humildes de las principales ciudades del país, tiene en la corrupción de algunos sectores policiales y judiciales sus mejores aliados, sin descartar que el desempleo y el hambre impulsen a muchos jóvenes a delinquir.
Muchos policías honestos y conocidos por los vecinos, se quejan de la impunidad de que gozan los delincuentes que ellos detienen y a los pocos días son liberados por jueces venales. De allí que la depuración de las policías y del Poder Judicial anunciada por altos funcionarios gubernamentales, tiene que realizarse con urgencia y sin retaliaciones políticas contra quienes hayan podido ingresar antes del ascenso al poder del Presidente Chávez.
La profesionalización, unida a la asignación de altos sueldos del policía y del juez, ha sido fundamental en aquellos países en los cuales se ha logrado reducir los niveles de la delincuencia. Y si acudimos a la experiencia mundial hay que despolitizar la policía y la judicatura, para que éstas no sean utilizadas por intereses partidistas y hasta personales. Lo que quiere decir que para mejorar la seguridad del ciudadano, no se les pueden entregar armas a personas de confianza de los jefes policiales, sin la debida preparación para cumplir con sus funciones de servicio público a la sociedad; ni se deben nombrar jueces sin calificación profesional.
En la Venezuela de nuestro tiempo se ha agudizado la violencia entre grupos juveniles y no tan jóvenes, con saldo de miles de muertos por año, no sólo por ajuste de cuentas entre delincuentes, sino también por la facilidad para comprar y hasta alquilar armas a funcionarios corrompidos. Y si a todos estos factores sociales, políticos y morales que corroen la sociedad venezolana, se une la entrega de armas a militantes del partido de gobierno, sin mayores controles por los órganos competentes, podríamos estar al borde de la anarquía de la violencia, que sólo un desarme total de la población civil podría subsanar.

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