domingo, 1 de marzo de 2009

EL SOCIALISMO DEMOCRATICO

Juan Páez Ávila

El socialismo como un sistema de justicia social y preservación de las libertades públicas, desde el siglo pasado se ha consolidado en el hemisferio occidental, particularmente en Europa y en los últimos años en algunos países de América Latina. Y no sólo en regímenes de izquierda, sino también en algunos de los denominados de derecha democrática, como el social cristiano alemán, para mencionar uno, que ha creado una economía social de mercado para combinar la justicia social con la libertad de comercio y la defensa de los derechos humanos.
De allí que la alarma y hasta el pánico que ha causado en algunos sectores de la sociedad venezolana e incluso de otros países democráticos, el anuncio por parte del Presidente de la República de promover el Socialismo del Siglo XXI, se debe a la tendencia autoritaria que se constata en algunas de sus políticas públicas, tales como amenazas a los medios de comunicación y a la libertad de expresión, los llamados a la expropiación de otras empresas y el establecimiento del pensamiento único.
En un pronunciamiento esencialmente realista, la Iglesia Católica a través de la Conferencia Episcopal ha admitido que si el gobierno decide autónoma y unilateralmente implantar un régimen socialista, éste debe garantizar la libertad de expresión, de empresa, educación plural, privada y pública y libertad para la enseñanza religiosa. En síntesis, lo que aspira la Iglesia Católica y creo que la mayoría de los venezolanos es que ante el hecho inevitable de la política gubernamental de establecer lo que llaman el Socialismo del Siglo XXI, éste debe ser democrático y por lo tanto respetuoso de los derechos individuales, sociales y económicos que establece la Constitución Bolivariana del 99. Y que si hay alguna reforma o cambios en esa Constitución, queden garantizados los derechos democráticos que caracterizan al mundo civilizado.
Lo lamentable para el país sería que el Socialismo del Siglo XXI aumente la centralización del poder en manos del Presidente de la República y cercene algunas libertades públicas, porque tanto los partidos democráticos e instituciones como la Iglesia Católica se verían obligados a denunciar y enfrentar -con la experiencia universal acumulada por los demócratas- los peligros del totalitarismo.
Si los Consejos comunales, por ejemplo, terminan ampliando el poder que concentra en sus manos el Presidente de la República, el Socialismo del Siglo XXI resultará una caricatura del socialismo ya conocido en el siglo XX, con su seguro fracaso económico y social, y una política unipersonal y por lo tanto autoritaria, administrada por el Comandante en Jefe, que cobrará víctimas no sólo en la oposición sino también entre los dirigentes y militantes, sospechosos de disidencia, del Partido Socialista Unido.

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