domingo, 1 de marzo de 2009

IBEROAMERICA

Juan Páez Ávila

La XV Cumbre Iberoamericana ha tenido una mayor repercusión que las anteriores al reafirmar, no sólo debido a la pertinencia de la integración de las naciones con más de 500 años de historia común, sino también por el interés de resolver algunos problemas económicos y sociales que las afectan desde la época de la independencia y formación de los países de habla española y portuguesa.
En una época de hegemonía de las potencias que dominan la ciencia y la tecnología modernas, debido a sus inversiones en investigación y desarrollo económico, los países que no alcanzan por separado esos niveles de crecimiento tienen la obligación de constituir grandes bloques de naciones para ampliar sus mercados e intercambiar conocimientos. De allí la importancia de la celebración de las cumbres iberoamericanas con la presencia de los jefes de Estado, no obstante la lentitud que se puede constatar en la aplicación de los acuerdos fundamentales para solucionar problemas como la pobreza, el desempleo y las migraciones incontroladas.
Pero si tomamos en cuenta el crecimiento industrial y tecnológico de España y Portugal en la Península, y Brasil, México y Argentina en nuestro continente, la integración de las economías iberoamericanas puede abrirle a las demás naciones un amplio mercado para colocar sus productos. Y si evaluamos las dificultades que atravesaron las naciones que hoy conforman la Unión Europea, después de superar las consecuencias de una reciente y devastadora guerra entre ellas, las repúblicas iberoamericanas a pesar de haber experimentado también los efectos de una guerra, la de la independencia, después de casi dos siglos, han tenido más tiempo para disipar las secuelas, en las mentes más inteligentes de los hombres y mujeres de hoy. Prueba de ello es que muy pocos venezolanos celebraron que algunos descendientes de españoles, fanatizados por un discurso antihistórico del Presidente de la República, derribaran la estatua de Cristóbal Colón en el paseo que lleva su nombre en el Este de Caracas. Y son muchos los que esperan que la sensatez retorne al espíritu de los gobernantes competentes, para que la restituyan como símbolo, precisamente, de la integración iberoamericana.

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