miércoles, 18 de noviembre de 2009

GUERRA AL HAMBRE

Juan Páez Ávila

Las naciones desarrolladas hace más de medio siglo que le dijeron adiós a la guerra de los tanques, aviones, acorazados y fusiles, y colocaron en sus respectivas agendas la guerra al hambre, al desempleo y al subdesarrollo en general; sin embargo, algunos países atrasados del llamado Tercer Mundo, gobernados por ignaros, incapaces, dogmáticos y corruptos dictadorzuelos, permanecen estancados en los más pobres niveles de la calidad de vida, y hasta experimentan graves retrocesos cuando carecen de todo control administrativo y ético.
El Presidente Lula da Silva se presentó hace algunos días a la reunión de la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, con un informe que ha impresionado al mundo que lucha contra el hambre, porque registra 12, 6 millones de familias que reciben una Bolsa Familia complementaria de 55 dólares, con la condición de que preserven a sus hijos en las escuelas, trabajan en pequeñas propiedades rurales, han aumentado la producción de alimentos y eliminado el hambre de más un cuarto de la población, aproximadamente de 50 millones de personas.
En aproximadamente 7 años de gobierno y de ejecución del programa Hambre Cero, el Presidente Lula da un ejemplo al mundo subdesarrollado de cómo combatir el hambre, el desempleo y aumentar el nivel de vida de millones de hombres y mujeres que vivían en la pobreza, sin invadir fincas en producción, que por lo contrario recibieron créditos y apoyo técnico para aumentar la productividad, repartiendo tierras ociosas aumentando el área de cultivo y la producción de agrícola del Brasil.
Los resultados del programa Hambre Cero, para un experto en agricultura, incluso para un político con conocimiento elemental de la realidad agrícola de América Latina, no tiene nada de excepcional, sino mucho de sentido común: ayuda complementaria a la dieta de los más pobres, entrega de parcelas de tierra y pequeñas industrias, asistencia técnica para garantizar su funcionamiento y rentabilidad, para que cada familia coma completo, obtenga ciertos beneficios de su trabajo y contribuya al crecimiento económico del país, donde habita.
Y para que no queden dudas acerca del progreso alcanzado por el gobierno del Presidente Lula, ejemplo para otros países del continente y del mundo, el informe fue elaborado por técnicos de la FAO que visitaron Brasil, y no por ministros o empleados públicos que manipulan cifras para adularle a los jefes de Estado. El respeto a la propiedad privada y su aumento en grandes cantidades de pequeñas industrias agroalimentarias, más el desarrollo industrial, tecnológico y científico ha convertido a Brasil en la novena potencia del mundo y según estudios del Banco Mundial, la encamina a ser la quinta, en los próximos 10 años, superando a Francia, Italia y otras naciones que disfrutan altos niveles de vida.
El Presidente Chávez y cualquier otro jefe de estado futuro en Venezuela, tienen que estudiar y analizar cómo y qué hacer para competir con Brasil, mediante una declaración de guerra al hambre. No se puede ni se debe perder el tiempo inventado guerras entre naciones vecinas, que por desgracia forman parte de los más pobres del mundo, y que si no han podido salir del subdesarrollo sin mayores conflictos, después de una guerra los que les quedarán, serán chatarra y destrucción de las medianas economías que alcanzaron en otras épocas.
La experiencia y la inteligencia de los gobernantes de los países ricos, los indujeron a aprobar en las Naciones Unidas, no sólo la prohibición de las guerras entre naciones, sino también las amenazas de guerra de un país contra otro. El comandante Chávez debería leer o releer el texto de la Carta de las Naciones Unidas, incluso el de la Carta Democrática Interamericana, tanto para garantizarnos la paz a los venezolanos y colombianos, como para no convertirse en el hazmerreír del mundo civilizado y globalizado, por los progresos tecnológicos, científicos y humanísticos de nuestro tiempo,

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