sábado, 14 de noviembre de 2009

GUERRA A LOS TACHIRENSES

Juan Páez Ávila

La última declaración del Presidente de la República en la que afirma que no ha llamado a la guerra contra Colombia, sino que ha hecho uso de un viejo adagio que recomienda prepararse para la guerra para lograr la paz, satisfizo al Presidente Uribe, pero no a los tachirenses que han sido sometidos a toda clase a atropellos por la Guardia Nacional para impedir el comercio y la libre circulación en la frontera, además de tener que enfrentar la amenaza de destitución del Gobernador Pérez Vivas, electo por la mayoría de sus paisanos. La guerra será contra el Gobernador y los tachirenses, pero como Chávez se contradice en cada alocución, hay que estar atento a cualquier cambio.
A lo largo de nuestra historia republicana en América Latina se han producido algunas guerras suicidas, que no han cambiado para nada las condiciones infrahumanas en que viven las grandes mayorías que pueblan este subcontinente, y que sólo han servido para modificar parcialmente las fronteras, generalmente en pequeños territorios inhóspitos, para enriquecer a unos cuantos vendedores de armas de desecho, dividirnos y sembrar odios irracionales entre latinoamericanos.
Los peligros de un conflicto armado con Colombia no sólo han producido alarma y preocupación en los círculos políticos y económicos de ambas naciones, sino también el rechazo de más del 80% de la población de nuestros países, que durante más de un siglo han vivido en paz y fraternidad. Y aunque el gobierno de Bogotá haya firmado un acuerdo para que los Estados Unidos usen 7 bases aéreas colombianas para combatir el narcotráfico, la guerrilla y los paramilitares; y Hugo Chávez lo interprete como una amenaza o parte de un plan disuasivo contra su proyecto político de extender la revolución bolivariana al país vecino y a otras naciones del subcontinente, los soldados venezolanos no pueden ni deben ser llevados a una guerra
Venezuela y Colombia tienen gobiernos distintos, diametralmente opuestos, porque los pueblos de ambas naciones los han electo mediante el voto, y entre ambas naciones han existido relaciones económicas de mutuo beneficio y de gran hermandad entre los habitantes de la frontera e incluso de toda la extensión de nuestros territorios. En muchos rubros, especialmente en alimentos, existe una economía complementaria que constituye un avance de integración regional. Incluso la existencia de las FARC, del ELN y de los paramilitares no ha sido obstáculo para que las buenas relaciones entre los gobiernos y de la población fronteriza en general se preserven a lo largo de más de 40 años que Colombia lleva desangrándose en una guerra inútil y estúpida como todas las guerras, agravada por el narcotráfico y la violación de los derechos humanos.
Sin embargo, mientras no se ponga fin a esa confrontación armada en Colombia, los peligros de un enfrentamiento militar entre este país y sus vecinos Ecuador y Venezuela, donde es evidente que buscan refugio y apoyo los principales jefes de las FARC, estarán presentes, pero la alternativa civilizada para evitarla es la negociación diplomática. Para tratar de ocultar esta grave realidad, más los apagones que además de dejar en las tinieblas a millones de venezolanos casi todos los días, ha arruinado a muchos a quienes se les han quemado neveras, cocinas, televisores y otros utensilios hogareños; la falta de agua y de viviendas porque ya no puede culpar al gobierno anterior, porque ese gobierno es el que va desde 1999 hasta al 2005, que lo presidió el mismo, y lo dejó pasar insultando y hablando mal de todos sus adversarios, sin realizar una obra de cierta importancia.
Y como la época no le ayuda, porque las Naciones Unidas prohíben toda amenaza de guerra, la OEA llamó al diálogo, sus aliados como Lula y Rodríguez Zapatero se ofrecieron como mediadores; y aunque la mayoría no cree sus bravuconadas y rechazó en un 80% sus amenazas, no le quedó más alternativa que, como dicen los jóvenes, arrugar.

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