jueves, 25 de junio de 2009

MANUEL VICENTE LEDESMA

Juan Páez Ávila

La muerte de Manuel Vicente Ledesma es doblemente lamentable, primero por el dolor que aflige a su familia y segundo, porque ha privado a Venezuela y en particular a los Estados Lara y Yaracuy -nacido en este último y residenciado por muchos años en Barquisimeto- de uno de esos hombres que con humildad y sabiduría le prestó un servicio digno y honorable a la República y a la empresa privada cuando le fueron requeridos. Lo conocí cuando yo estudiaba bachillerato en el liceo “Lisandro Alvarado” y dirigía un pequeño periódico clandestino, que pomposamente titulamos “Combate”, con mis compañeros de aula Julio Valero Roa, Ramón Ballesteros y Dimas Mendoza, en plena dictadura perezjimenista. Me fue presentado por Carlos Emilio Muñoz Oráa, estudiante universitario de la UCV y dirigente juvenil nacional de Acción Democrática, como el más prominente de los dirigentes de ese partido, que hacía vida legal ejerciendo su profesión de abogado, pero que nos prestaría toda clase de apoyo para impulsar la lucha contra dictadura.
Esta breve introducción sólo tiene por objeto presentarle a nuestros lectores y a los larenses en general, una faceta de su vida que muy pocos contemporáneos conocen y de la que ni siquiera la mayoría de los luchadores antidictadura llegaron a estar al tanto, por las exigencias de la lucha clandestina que prohibía informar lo que hacían los que dirigían la resistencia, y menos si la persona hacía vida legal. Para quienes participamos en esa lucha antidictadura, Manuel Vicente no sólo era nuestra máxima figura política, sino el Secretario General de AD en la clandestinidad en el Estado. Por razones obvias a nadie se le podía decir algo semejante sin exponerlo a un carcelazo y hasta en peligro de muerte. Tratamos de preservar su rol de dirigente de la lucha clandestina y sólo yo, que también hacía vida legal, visitaba su bufete, para recibir alguna orientación o información sobre la situación del país, que luego transmitía a quienes estaban “enconchados”, o la reflejaba en el periódico “Combate”.
Manuel Vicente ejerció su profesión con dignidad y honorabilidad, sin desligarse de sus las obligaciones que le dictaba su conciencia para con el país y la democracia. Una vez caída la dictadura fue ratificado como Secretario General de AD en Lara, electo diputado al Congreso de la República en la que se destacó como un excelente conductor democrático, tolerante y respetuoso de sus colegas de la Cámara, cuando fue nominado Presidente de la misma. Después fue nombrado Contralor General de la República en la que se destacó por su rectitud, y sin atropellar a nadie realizó el trabajo que por mandato de la Ley le estaba encomendado.
No es un lugar común decir, en su caso, que deja un gran vacío en el foro, en la política aunque estuviera retirado desde hace algunos años, porque su vida fue un ejemplo de probidad ciudadana, que en estos momentos de menguada vida republicana y de amenazas de autoritarismo, la Venezuela democrática lo recordará como uno de sus baluartes espirituales y humanos, que la estimula a continuar defendiendo la libertad.

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