miércoles, 14 de octubre de 2009

AGRESIONES A LA CULTURA

Juan Páez Ávila

La cultura ha sido siempre un blanco u objetivo militar hacia el cual apuntan las bayonetas de los regímenes de fuerza, aunque algunos comienzan segregando artistas, agrupaciones culturales e individualidades que actúen con independencia frente a la política cultural del Estado militarista, para terminar imponiendo de una manera vertical, sin discusión alguna, la voluntad del caudillo gobernante. De allí la oposición de la mayoría de los intelectuales a las dictaduras, y en algunos casos el rompimiento de otros, cuando han creído en principio que gobiernos electos como el de la Venezuela de hoy, desarrollarían programas de importancia cultural y respetarían la libre expresión del pensamiento y actividad de los artistas.
Después de despojar al Ateneo de Caracas de su espacio físico y de expulsar algunos científicos del Instituto Venezolanos de Investigaciones Científicas (IVIC), el Ministerio de la Cultura le ha eliminado el subsidio a cuatro grupos teatrales, aplicándoles el criterio subjetivo, seguramente expuesto por algún comisario político para hacer cumplir la línea del Partido, de que no se financiará a ningún colectivo o individualidades ¨cuyas conductas públicas perniciosas afecten la estabilidad psicológica y emocional de la población¨, lo que ya puede interpretarse como una amenaza a la cultura en general, para tratar de imponer un pensamiento único a los venezolanos del siglo XXI.
Estas acciones discriminatorias contra algunas manifestaciones de la cultura venezolana, aparentemente aisladas, de seguirse aplicando por parte de los más altos funcionarios del Ministerio de la Cultura, conformarían a corto o mediano plazo una política oficial orientada a coartar la libertad de pensar y expresarse los venezolanos creadores del hecho cultural, por ahora dependientes directa o indirectamente del Estado. Esa política de negarle subsidios a algunos grupos del teatro venezolano, que igualmente se ha aplicado a otras expresiones artísticas, si bien satisface la concepción ideológica y dogmática de los funcionarios que se creen en posesión de la única verdad que existe en ésta y otras materias del área del saber, no sólo perjudica a los sectores de la clase media, que hoy por hoy, han alcanzado altos niveles culturales, sino también a los movimientos populares que aspiran expresarse libremente, a través de sus creaciones humanas y humanísticas.
El juicio a la cultura no lo pueden ni lo deben realizar algunos burócratas que buscan congraciarse con el jefe del gobierno, para garantizar su estabilidad en altos cargos, sino el pueblo mismo que asiste a los actos culturales o lee los libros que circulan libremente en una sociedad democrática. Y si el Presidente de la República no lo sabe, como afirman algunos de sus correligionarios que todavía lo veneran, para denunciar el desastre y la corrupción en algunos despachos oficiales, hay que reafirmarle que en la era de la revolución de las tecnologías de la comunicación, no es posible encasillar ni encarcelar las ideas, para que sólo se oiga la voz de los adulantes dogmáticos, y se lea la palabra de los inoperantes mujiquitas del siglo XXI.
La mayoría de los venezolanos de distintos niveles intelectuales, quieren un teatro libre y una cultura plural, sin dogmas impuestos por la voluntad de los gobernantes. Después de varias décadas en las que se ha podido pensar libremente, no somos Irán donde los Ayatolas ordenan lo que hay que leer, lo hay que hacer, crear y recrear con el pensamiento. Somos y queremos seguir siendo un pueblo libre en la acción política y en la creación artística.

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