miércoles, 16 de octubre de 2013

VICTORIA Y RECONCILIACIÓN


         La sociedad democrática venezolana tiene el 8 de diciembre del presente año la extraordinaria oportunidad de propinarle una derrota a un buen número de alcaldes y concejales  ineptos y corruptos que han actuado con  servil incondicionalismo a las políticas centralistas y militaristas del fracasado socialismo del siglo XXI, que ha continuado y trata de profundizar Nicolás Maduro.
         El triunfo de la oposición en los estados  más populosos y de mayor peso político en el país, tal como sucedió en las pasadas elecciones para la Asamblea Nacional, conservaría cierto poder compensatorio, independiente y capaz de contener los desmanes políticos y económicos que viene cometiendo el cuestionado  Comandante en Jefe con la anuencia de unos Poderes Públicos controlados desde Miraflores. Si en la mayoría de las principales ciudades del país el pueblo elige alcaldes y concejales autónomos, que apoyen y contribuyan a la movilización y protesta de la sociedad democrática, se puede impedir la aplicación de la  Ley Habilitante que Maduro trata de hacer aprobar mediante  la compra inmoral del diputado 99 .
         Las disidencias en importantes sectores que apoyaron las políticas del difunto Comandante, no sólo son evidentes, sino que pueden adquirir una dinámica que los impulse  hasta el rompimiento, si tomamos en cuenta la prepotencia, la soberbia, con que actúan los incondicionales y oportunistas que rodean transitoria y circunstancialmente al  Jefe del Estado. Si la oposición y la disidencia obtuvieron 2 millones 600 mil votos  frente al desaparecido Hugo  Chávez, hoy con una oposición unida, con más experiencia política y una nueva disidencia, hay que votar, para preservar el contrapeso político en alcaldías y concejos municipales  que fortalezca la democracia social y enfrente el totalitarismo, defienda la propiedad privada al lado de la colectiva;  la seguridad jurídica y la seguridad de las personas y de los bienes.
         En síntesis, votar es un ejercicio democrático que ha servido en el mundo civilizado para consolidar sociedades plurales, respetuosas de los derechos  humanos y ciudadanos en general, y en algunos casos, como el nuestro, evitar la prolongación del autoritarismo por las décadas que  lleva en el poder  Fidel Castro, beneficiario y jefe máximo de Nicolás Maduro.
         Los demócratas no tenemos otra alternativa, debemos acumular mayor respaldo de los venezolanos oprimidos y convencer al sector abstencionista de la clase a que se incorpore a la única actividad civilizada, que es el voto,  para decidir el futuro del país. La experiencia nacional e internacional indica que los autoritarismos son derrotables, aunque transitoriamente se mantengan en el poder mediante la utilización de la fuerza. Su perdurabilidad depende del espíritu y voluntad de resistencia de los hombres y mujeres que creen en las virtudes  del imperio de la ley,  del Estado de Derecho. Cada
demócrata en su área de influencia, con su palabra sincera y convincente puede y debe tratar de  persuadir a sus amigos y a familiares acerca de que es posible derrotar el autoritarismo y encontrar medios legítimos y dignos de vivir en libertad y con mejorar su calidad de vida.
         El balance  realizado por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) cuyos integrantes, por razones obvias, son los más interesados en ganar y preparar las condiciones para continuar la lucha para derrotar a Maduro y a sus acólitos, debemos reconocerlo como producto de una investigación técnica y sincera, tanto por la confianza que hemos depositado en ellos, como por la experiencia y capacidad de la mayoría de los candidatos a alcaldes y a concejales escogidos en elecciones primarias.
Si no colaboramos ni votamos le estamos entregando el país a los llamados socialistas del siglo XXI, combinación del estalinismo y el fascismo.

         La victoria debe ser enfrentada con humidad y espíritu de reconciliación de todos los venezolanos, no más discriminaciones, no más odios, no más persecuciones por diferencias políticas,  con la gallardía de Henrique Capriles, que perdió y luego ganó una nueva elección, con el coraje de Antonio Ledezma, quien a pesar de que los despojaron del Presupuesto de la Alcaldía Metropolitana, preservó su legitimidad y se erigió en uno de los principales líderes del país, con la perseverancia de los miembros de la MUD, para continuar la lucha por la derrota, antes del extinto Hugo Chávez y ahora  del cuestionado Nicolás  Maduro y sus candidatos incapaces y oportunistas que intentan preservar o ganar algunas alcaldías para aumentar sus riquezas mal habidas.  

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